Alguien a quien le abriste todo. Le diste confianza, espacio, tu versión más real. Y te la juega.
Lo notas, ¿eh? Al principio no lo quieres ver. Te lo comes. Te justificas todo: “Está pasando por cosas”, “no lo hace con mala intención”, “seguro soy yo que estoy sensible”.
Pero dentro de ti algo empieza a crujir.
La manipulación de alguien a quien quieres no grita, no siempre es evidente. A veces es una frase sutil, una mirada, una forma de darte la vuelta a las cosas para que tú acabes pidiendo perdón por algo que ni hiciste. Y te lo comes. Porque le quieres. Porque te importa.
Pero llega el punto.
Amar no significa tragar con todo. No significa apagar tu luz para que el otro no se incomode.
A mí me ha pasado. Y duele. Porque parte de ti aún quiere que funcione, que todo vuelva a ser como antes. Pero ya no se puede.
Y no, no es fácil cortar ese lazo. Pero es más difícil quedarte en un sitio donde te manipulan, donde ya ni sabes si lo que sientes es tuyo o parte del juego del otro.
La manipulación no siempre es consciente. Hay personas que han aprendido a relacionarse así, con chantaje emocional, con culpa, con control sutil... porque nunca conocieron otra forma de vincularse. Pero que no sea consciente no significa que no sea tóxica. No justifiques lo que te hace daño solo porque "la otra persona no lo hace con mala intención".
El amor sano te da paz mental, no ansiedad.
Y cuando empiezas a priorizar eso, todo cambia.
Ya no negocias con tu intuición, ya no confundes intensidad con conexión.
No lo ignores.
Porque eso que sientes, ese malestar sordo, esa intuición que no se calla,
es tu alma pidiéndote que despiertes.
Hermosa reflexión para abrir los ojos. Muchas veces el cuerpo habla primero, pero lo callamos con la confusión del corazón.